Jarret miraba a la que creía su suegra rezando porque le creyera. Pero la tía no parecía convencida. Lo observaba con recelo, mientras una expresión pensativa surcaba su rostro.
—Es algo extraño, ¿no te parece? —murmuró, más para sí misma que para Jarret—. Si no la conocían, ¿por qué salieron huyendo con ella tan rápido? Parecía que la estuvieran esperando. La duda comenzaba a instalarse como una sombra sobre ellos. El suegro cruzó los brazos y volvió a mirar a Jarret, evaluándolo. No podían descartar aún que él supiera más de lo que decía, pero tampoco podían ignorar que había algo extraño en todo esto. La tía, aunque suspicaz, sentía una creciente sensación de que había algo en esta historia que iba más allá de simples coinci